¿Cómo, cuándo y cuánto servir? ¡Uno de los primeros pasos para controlar tamaño de la porción… y para reducir desperdicios!

Servir los platos en la mesa… ¿O ya llevarlos servidos desde la cocina?
La ensalada… ¿Va en el plato o se sirve aparte?
¿Qué pasa con la comida que sobra de los niños y “casi ni tocaron”?
Estas preguntas frecuentemente las pensamos, aunque rara vez lo consultamos. Sin embargo, algo tan sencillo como donde servir los platos, puede ser el primer paso para comer mejor y tirar menos.
Entonces… ¿los platos se sirven en la mesa o en la cocina?
Lo más recomendable es servirlos en la cocina.
En líneas generales el plato ideal contiene mitad de vegetales (crudos, cocidos, fríos, calientes, cuanto más variado mejor), ¼ de proteínas (carne roja, pollo, pescado, huevo, proteínas vegetales) y ¼ de carbohidratos complejos (harinas, papa, arroz, pasta, quinoa, etc.). Si armamos este plato y lo llevamos a la mesa, nos ayuda a respetar estas proporciones. Servir aparte los vegetales, por lo general genera que las porciones de los otros 2 grupos de alimentos, superen las cantidades recomendadas para la población general.
Además, si los alimentos elaborados están en la cocina y no en la mesa, es menos probable que repita plato de forma innecesaria. Tener los alimentos en la mesa hace más fácil servirnos “un poquito más” muchas veces sin apetito o de forma inconsciente.
¿Y cómo me ayuda esto a reducir desperdicios?
Servir el plato en la cocina sin duda nos ayuda a optimizar la cantidad de alimentos que elaboramos. Tomando como ejemplo las ensaladas, si elaboramos la cantidad para cubrir la mitad del plato difícilmente tengamos sobrantes. Sin embrago si se elabora ensalada y se lleva en un bol a la mesa, lo que no se consume es difícil de conservar. Si ésta esta condimentada no puedo conservarla, y en caso que no haya sido condimentada de todas forma los vegetales ya fraccionados y que estuvieron un tiempo servidos a temperatura ambiente, tendrán luego menor vida útil en la heladera, sin mencionar que se deterioran en su aspecto y/o sabor.
Lo mismo sucede con otros alimentos que si rompen la cadena de frio, para volverlos a almacenar no son tan seguros desde el punto de vista microbiológico ni tan atractivos de aspecto o sabor (como por ejemplo quesos o vegetales que se oxidan como palta).
¿Y qué pasa con los más chiquitos?
Cuando los bebes empiezan a comer, tenemos la expectativa de que consuman desde los primeros días las porciones adecuadas. Sin embrago los primeros días, son muy pocas las cantidades que logran ingerir.
Si se sirven porciones grandes se generan muchos desperdicios, ya que la comida que se ofreció al niño y este no consumió debe ser descartada.
¿Por qué? La comida una vez llevada a la mesa y en contacto con los utensilios puede entrar en contacto con microorganismos que, pasado un tiempo, comiencen a contaminar los alimentos.
Además, la saliva (que toca la cuchara y luego los alimentos que están en el plato), contiene enzimas que empiezan a descomponer los alimentos, por lo tanto, una vez ofrecidos al niño no pueden volverse a almacenar.
Asimismo, los niños en etapa preescolar y escolar, sufren muchas variaciones en su apetito día a día en función de varios factores como la actividad física de ese día, ingestas previas o el cansancio con el que llegan a la hora de comer, por lo tanto también se recomienda ofrecer una porción controlada y si es necesario, ofrecer una segunda porción, para evitar tener que descartar comida.
Como puede verse… son pequeñas acciones… pero que tienen un gran impacto en controlar lo que comemos y reducir los desperdicios.